PAKISTÁN.-En la región del Punjab, miles de cristianos trabajan en las fábricas de ladrillos en régimen de esclavitud; centenares de ellos mueren de tuberculosis y otras enfermedades; los intentos de huida se sancionan con multa de 50.000 rupias.
Según Worthy News en Pakistán, país donde la cristiana Asia Bibi sigue esperando la muerte por haber cometido un delito de “blasfemia”, miles de esclavos cristianos trabajan en fábricas de ladrillos propiedad de musulmanes.
Los esclavos, cuya jornada comienza a la cuatro de la madrugada, reciben una remuneración de 200 rupias, cuando el salario legal establecido es de 500; son obligados a ocupar chozas situadas en poblados propiedad de las empresas, y en caso de intento de huida sus amos musulmanes les sancionan con una multa de 50.000 rupias. Los cristianos-esclavos, además, deben abonar a sus amos cantidades referidas al alquiler del infecto habitáculo y otros “servicios” ofrecidos, con lo que se busca situarlos en una perpetua condición de deudores. Y estas deudas, que difícilmente se pueden saldar, pasan de generación en generación, convirtiendo a miles de familias cristiana en miembros de una casta similar a la de los parias.
Las condiciones de vida de los cristianos en estos “laogai” son espantosas; carecen de asistencia sanitaria y la tuberculosis los diezma; sufren todo tipo de maltrato y como último recurso para ser libres sólo les queda vender al amo musulmán uno de sus riñones. Pero en el sumidero islámico paquistaní, los hindúes de la provincia de Sindh también padecen el mismo sistema de explotación, violencia institucional islámica e indefensión, lo que pone en evidencia qué tipo de democracia basura impera en la excolonia británica.
Lahore, Pakistán.- Con solo 10 años, Vishaal George carga sobre sus espaldas 1.825 jornadas de duro trabajo en una fábrica de ladrillos en el distrito de Kasur, a las afueras de Lahore, capital del Punjab. George nunca ha ido a la escuela y, prácticamente, su mundo se reduce al perímetro que rodea las inmediaciones de Battha Bahadurpura, donde un centenar de familias de cristianos viven y trabajan en condiciones de semiesclavitud.
Un manto de espesa niebla cubre el área y aumenta la sensación de frío invernal.
Apenas ha salido el sol y George, todavía con cara de sueño, se enfunda su shalwar-kamez y sale a toda prisa del pequeño habitáculo, de paja y adobe, que comparte con sus cuatro hermanos, menores que él, y sus padres. Mansha, su papá tiene mirada de preocupación. De nuevo, Mariam, su esposa, ha escupido sangre.
Hace seis años, Mansha tuvo que pedir al dueño de la fábrica de ladrillos un préstamo de 9.000 dólares para un tratamiento médico que necesitaba su mujer, enferma de tuberculosis.Para devolver el anticipo, Mansha debió poner a trabajar a su hijo.
Por cada mil ladrillos que fabrican, el usurero les deduce seis dólares del total que tienen que pagarle por el préstamo más intereses. Una deuda que han contraído de por vida porque siguen precisando de pequeños adelantos para los gastos del día a día y las medicinas de su mujer.
Otro caso similar es de Khajal Munawar, hace diez años, pidió un préstamo de 150 euros para los gastos de la boda de su hermana, pero el dueño de la fábrica de ladrillos lo estafó, aprovechándose de que no sabía leer ni escribir, y añadió un cero más a la cantidad que puso en el recibo. Al día siguiente fue a hablar con el capataz para explicarle el error y este lo denunció a la Policía.
Khajal fue acusado de pretender robar al patrón y terminó en prisión. El 'paternal' dueño se apiadó del pobre infeliz y pagó la fianza de 1.700 euros para que saliera de la cárcel, por lo que Khajal le debe ahora más de 3.000 euros. Para pagar la cuantiosa deuda, se vio obligado a poner a trabajar a toda su familia.
"La justicia no nos ampara, no tenemos derechos porque somos trabajadores ilegales. Además, como somos cristianos, los jueces siempre les dan la razón a los empresarios, que son musulmanes", lamenta Khajal, mientras sacude sus sucias y ajadas manos en su shalwar-kamez.
Esta situación de explotación laboral se repite en cada uno de los hornos de ladrillo distribuidos en todo Pakistán. Según el Instituto de Formación y Empleo de Pakistán, entre 750.000 y 900.000 personas, de las cuales 250.000 son menores, se mantienen forzadas a trabajar en condiciones de servidumbre. La inmensa mayoría son cristianos, debido a su posición de minoría marginal sin oportunidad de otros empleos ni mejoras laborales.
La comunidad cristiana de Pakistán, que no representa más de un 5 por ciento de una población de 80 millones, sufre exclusión social por la mayoría musulmana, además de una creciente inseguridad por las amenazas de los extremistas.
"El cristiano es considerado un ser humano inferior en Pakistán. Entonces es muy difícil para los jóvenes encontrar puestos de trabajo. Cuando llevan nombres cristianos como Patrax, Samón, Pedro, Simón, de inmediato los rechazan.
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