jueves, agosto 30, 2012

El virus de la “cristianofobia” sigue vivo

El año acaba, desgraciadamente, como empezó: con la muerte de decenas de cristianos por el simple hecho de serlo. Y es que, 2011 comenzó con un saldo de veintiún cristianos muertos y cien heridos por una bomba en una iglesia copta de Alejandría, y acaba con la escalofriante cifra de cuarenta cristianos asesinados por la secta islamista Boko Haram en el noroeste de Nigeria. Los datos ponen los pelos de punta, pero un diagnóstico más profundo revela un hecho más inquietante y doloroso: el colectivo cristiano es el más perseguido en el mundo.

El análisis, a decir verdad, no es nuevo ni original, pero no está de más recordarlo en estas fiestas de la Navidad. Personajes tan conocidos, aunque tan distantes ideológicamente, como Kiril, Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, o Bernard Henri Levy, intelectual ateo y símbolo de la nueva izquierda, comparten juicio. El segundo se fundamentaba el año pasado para probar su tesis en masacres como contra los siro-católicos en Irak donde murieron 58 personas, la prohibición del culto cristiano en Irán o la persecución a los cristianos en la Franja de Gaza, Sudán, Eritrea, India, Egipto, Argelia, Cuba, Corea del Norte o China.
Desafortunadamente, muchas de estas situaciones no han cambiado, incluso se han acentuado o extendido a otras regiones, y basta repasar algunas noticias recientes. Así, por ejemplo, las autoridades de Malasia quieren endurecer las penas por el “delito” de convertirse al cristianismo debido al creciente número de apóstatas descubiertos en la ciudad de Petaling Jaya, en declaraciones del pasado jueves de Datuk Ali Hasan, Consejero Ejecutivo del Estado encargado de Asuntos Islámicos. En Burundi, este mes, eran asesinados una monja croata y cooperante italiano. En Mosul, Irak, otro matrimonio cristiano era liquidado, al tiempo que en Dohok, provincia del mismo país, 30 comercios de cristianos eran quemados. En Vietnam, se volvían a producir ataques a la parroquia redentorista Thai Ha con la complicidad de las autoridades. En Orissa, la India, se producía el tercer homicidio del año contra un líder cristiano a manos, presuntamente, de extremistas hindúes. Y en Pakistán, una joven cristiana de 18 años, era tiroteada por su hermosura y no convertirse al Islam para poder casarse con su verdugo, quien tan sólo deberá pagar una pequeña suma de dinero por acabar con una infiel.
 
Tan solo he apuntado algunos casos recientes, pero creo que más que suficientes, para mostrar que el virus de la “cristianofobia” sigue vivo, incluso, en algunos casos, propagándose y extendiéndose de forma muy peligrosa, pandemia que hay que erradicar con la misma convicción y similares recursos con los que se lucha contra el terrorismo internacional o la violencia doméstica; es una cuestión de justicia, conciencia y encuentro histórico con nuestras propias, que no exclusivas, raíces. En este sentido, la tradición cristiana ha sido fuente de altos logros civilizatorios e ingrediente sine qua non para el cocktail de libertades del que, gracias a Dios, hoy disfrutamos todos los pueblos de Occidente, hecho que nos recuerdan estos mártires recientes. Por ello, tanto agnósticos y ateos, como creyentes de cualquier credo, no nos podemos quedar callados, al menos eso, ante este genocidio que desconoce fronteras, etnias, colores, sexos y razas, porque nos haría reprochables ante las raíces de las que procedemos, ante las personas que sufren este delirio de odio extremo y gratuito, y ante la justicia, noción que siempre implica universalidad y que debemos desear siempre por beneficio propio los defensores del Estado de Derecho.
 
 
 

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