miércoles, octubre 04, 2017

La violación como arma de guerra

Habla la portavoz de “Ayuda a la Iglesia Necesitada” en Italia, Marta Petrosillo, sobre el  drama de las mujeres violadas por su fe.


La persecución religiosa, el particular hacia los cristianos – los más afectados entre los
 grupos religiosos – es un tema que difícilmente ocupa las primeras páginas de los
 periódicos, excepto cuando los casos son impactantes o bien frente a estadísticas que
 no permiten la  indiferencia. 
Y sin embardo el goteo, especialmente en África y Asia, es cotidiano y cada vez aumenta
 más,  con la intención no muy disimulada de depurar países enteros de la presencia cristiana, 
presencia a menudo plurisecular.
Del mismo modo que sucedía en los Balcanes en los años 90, una de las armas de esta
 “guerra” es la violación. Las mujeres (a veces las niñas) de las minorías cristianas 
sufren violencia sexual y conversión forzada debido a la obligación de casarse con 
sus violadores. 
Los países donde parece aumentar la violencia y la persistencia de estos
 fenómenos son Pakistán, Nigeria, y la región india de Orissa, y si en los dos primeros casos
 es el Islam la fuerza hostil, en el último es la mayoría hindú que considera a la pequeña 
comunidad cristiana como un cuerpo extraño. Hoy se añaden Siria y Egipto. Aleteia ha 
hablado  con la portavoz de la sección italiana de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACS), 
Marta  Petrosillo,  que estudia estas situaciones desde hace más de diez años, 
propone proyectos  de solidaridad  y organiza veladas de oración por las comunidades 
cristianas oprimidas.

- Año tras año, ACS proporciona datos de las persecuciones contra los cristianos. 
¿qué tendencia tiene este fenómeno?

En muchos países, desde Nigeria a Siria y Egipto pasando por India y Pakistán, a la 
persecución se añade la violencia sexual contra las mujeres, en poco caso chicas 
adolescentes.

A menudo se emiten fatwas, en Siria se ha justificado y promovido la violación contra las 
mujeres tanto cristianas como alauitas, declarándolo lícito, así como la violación en grupo.
En Pakistán son unas 700 las jóvenes
 que cada año son violadas por sus jefes en el trabajo, y luego las chantajean amenazándolas 
con acusarlas de “blasfemia” o de haber tenido sexo fuera del matrimonio (pecado que a
 menudo se castiga con la lapidación, ndr).

Por ejemplo, hay una religiosa – a la que nosotros damos apoyo – que trabaja con las mujeres 
violadas en Pakistán, que intenta ayudarlas a reconstruir su vida y superar el estigma social de 
la violación. Estas chicas a menudo se resignan, porque han crecido con la conciencia de no 
ser dignas de consideración, sea como cristianas, sea como mujeres. Son niñas, y la religiosa 
me contaba que si les pregunta “¿qué pensáis, chicas?” responden “nosotras no debemos
 pensar”.

No hay comentarios: